Estos días más de media España está reescribiendo currículos, varios políticos tanto los de la casta como los otros han quedado retratados, lo más raritos, han osado con dimitir, lo cual se agradece y mientras M(punto)Rajoy se le ha vuelto a pudrir un asunto en el cajón después de decir dice “no entender” porque tiene que irse para siempre la mentirosa y aprovechada Sra. Cifuentes, y tras el ataque mafioso y cobarde, ahora sí, ha forzado la dimisión. Este hombre es patético hasta el bostezo.
España nada entre la chapuza y la picaresca desde el bodorrio de los Reyes Católicos, aunque ya los romanos avisaron con tiempo diciendo aquello de “que los iberos ni gobernaban ni se dejaban gobernar”.
En tertulias, sobremesas y charlas a la salida del cole, el personal es víctima del desconsuelo y hace un relato interesado de agravios y cabreo en contra de los políticos corruptos como si nada más estos fueran los únicos malotes del lugar y como si esta ruinosa banda nos hubiera llegado por sorpresa de otro planeta en varios autobuses fletados por el maligno.
Queda claro pues, que el resto, los no políticos si podemos presumir de intachable conducta cívica, respecto, educación y cumplimiento de nuestras obligaciones hasta de las tributarias. ¿Es así?
En realidad, parece necesario y de urgencias abrir un debate en la sociedad, sobre conceptos básicos por higiene y dignidad; civismo, educación, y a que estamos obligados a responder como ciudadanos, y así poder editar un catálogo de buenas prácticas que ya hace tiempo debería estar, se llame como se llame la asignatura, en las escuelas e institutos. Y para mayor aprendizaje, nada mejor que utilizar los viajes de fin de curso (a países cuanto más al norte, mejor) para que además de recrearse con la torre, el palacio o el museo de turno, constatar la enorme diferencia en términos de civismo ciudadano visible, por ejemplo, en la llamativa escasez de alarmas, verjas y rejas, tornos en el metro y personal de limpieza que hay por esos países, donde la gente dimite sin que se le pida y el orden se percibe tanto o más que el verdor de sus parques.
¿Por dónde empezamos? ¿Que tal un poco más de civismo?; Muy fácil, cuando alguien deja a traición una silla vieja junto al contenedor del vidrio o circula por el carril central de la autopista, llueve o truene, o deja que su niño se revuelque como un tierno jabalí a grito pelado por el cutre suelo del ambulatorio, mientras parlotea en do mayor con el móvil, está sonrojando al mundo con una demostración torpe e individualista de una alarmante falta de lucidez y desconocimiento de los valores básicos para andar por la vida; civismo, respeto y educación. Podría parecer que nos retan, algo así como ¿y a mí qué?, pero creo que el diagnostico se decanta más hacia el lado más oscuro de la estupidez humana.
El siguiente escalón, es la inhibición ante lo evidentemente correcto, dar carta de naturaleza a la chapuza canalla, al sistemático retraso sin excusas y la mentira que termina por parecer verdad. Todo ello nos lleva al mundo irreal de las excusas y esto facilita una coartada más que suficiente, entre otros, al regateo de nuestras obligaciones, especialmente las tributarias, si, esos malditos impuestos con los que se construyen hospitales, y que los más descarados del numeroso bando incumplidor justifican con lo más elaborado de su conciencia; ¿para qué?, ¿para que nos roben más?
Con estos antecedentes sociales, parece del todo punto inevitable que se nos cuele personal en los puestos de mando y en sus cercanías que no sean capaces de resistirse a las tentadoras y seductoras fragancias; el atractivo dinero fácil, el poder y la descarada ostentación.
Así las cosas, y a fuerza de superar la frustración, no basta con ser radicales en la exigencia de una justicia más dura y más rápida, ante los niveles brutales de esta corrupción chulesca y canalla, perdemos mucho tiempo, nos dejamos vida y aliento por el camino, eso es llegar demasiado tarde. Hay que enseñar desde niños y ensalzar lo cívico de manera pública, en campaña permanente y enfrentarnos a la historia, que viene de lejos, e ir desmontando generación a generación el viejo dicho romano.
Aun no es tarde para los Iberos.
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