Lo cierto es que cualquier persona con una responsabilidad profesional de envergadura, debe tener entre otras, una bien dotada capacidad para leer el futuro lo cual le abrirá el abanico de opciones para anticiparse a los acontecimientos y definir o influir en las próximas tendencias a medio o largo plazo, no hay otra forma de como se debe gestionar los tiempos en los mundos económicos o políticos.
Pongamos dos ejemplos de grandes empresas comandadas por personas que cumplen con exactitud milimétrica este precepto, Zara y Mercadona. Los presidentes de estas empresas se anticiparon a una forma de hacer las cosas, y han sido capaces de crear unos modelos que además de hacerles muy ricos han generado un movimiento económico y una industrialización de dos sectores muy importante en una economía tan predispuesta a la burbuja ocasional, sin olvidarnos que en ambos casos se han convertido en referentes para otros muchos a lo largo y ancho del planeta. Esta vez no se cumplió el maldito dicho de “que inventen otros”.
Nuestro presidente del Gobierno, está en las antípodas de los dos ejemplos anteriores, sus virtudes ordinarias son por este orden, obedecer y estarse quitecito, virtudes que desprenden un nítido olor a naftalina y que siempre fueron muy apreciadas en determinados matrimonios tiempo atrás.
Su capacidad de visión de futuro y anticipación es inversamente proporcional a la de nuestros dos hombres de la lista Forbes, es más, en nuestro presidente se da una reiterativa necesidad de corregirse a sí mismo lo que da mucho juego al uso y disfrute de la hemeroteca. Que enorme facilidad tiene para decir hoy lo contrario de ayer y por supuesto lo opuesto a mañana, los últimos ejemplos más sonados y recién sacados de su enorme chistera podrían ser la subida de las pensiones, ayer era con carita de pena, penita, pena, imposible y de repente tenemos subidas en los presupuestos, ahora solo falta que se aprueben, claro. El otro muy afamado y popular, sin rubor alguno y después del éxito histórico del día 8 de marzo, amaneciendo el día 9 se nos pone en el ojal el lazo morado, después de su actitud previa y lo que largaron por sus boquitas las primeras damas “PPeras”.
En cuanto al “quietismo”, o ver pasar los acontecimientos y que estos se desarrollen o resulten de aquella manera, ha sido su verdadera seña de identidad, que lo más famélico de nuestro maltrecho periodismo político ha osado en llamarlo; inteligencia política o gestión de los tiempos. Es muy probable, y esta es mi apuesta más segura y sin duda la menos creativa desde hace tiempo es que hacerse el Moais, le lleve de nuevo al registro de la propiedad, del nunca debió salir.
Su quietud inquebrantable ha sido especialmente dolosa y dolorosa, en dos gravísimos problemas a los que no se les ve fin; la corrupción y el mal llamado conflicto catalán. Aunque quizás, la puntilla a su parsimoniosa vida política le venga de un master regalo de una universidad pública a quien el pensaba iba a airear y ventilar la maloliente primera planta de la calle Genova, me refiero a Cifuentes y sus cosas que ni ella se cree.
En la corrupción, nuestro inmóvil Moais, ha sido víctima de los apuntes malditos de su amigo Luis el que no aguantó y de las obras sin IVA en el chiringuito de Génova, que lo han maniatado completamente, aunque quizás sea demasiado atrevido el calificarlo así, y por supuesto, de su enorme y soporífero catálogo de excusas, negaciones y silencios ante cada nuevo movimiento o noticia de la UCO o la fiscalía de turno. El problema de nuestro presidente no es la falta de reflejos, ni de inteligencia política, inexistente a todas luces, si no una acreditada incredulidad que la corrupción es un problema con profundas raíces sociales que genera unas pérdidas que van mucho más allá de lo estrictamente robado o malversado. La corrupción es una turbina que degenera lo que toca y lo engulle sin fin, no existen límites ni por arriba ni por abajo, su manera de sobrevivir es ampliando su base, envolviendo más y más gente hasta convertirse en algo estructural, en elemento esencial del estado, como lamentablemente pasa en muchos países del mundo. Sospecho que M (punto) Rajoy, lo sabe, pero es rehén de su propio apunte.
El denominado conflicto catalana, nace por dos razones esenciales, la primera; el ataque de nacionalismo rancio que tiene la derecha española y muy concretamente nuestro Moais, entonces cumpliendo los mandados de FAES de ir en contra de un estatut de autonomía que había culminado todo su proceso constituyente y legal. La segunda es la aparición de un hombre que además de pensar que sería historia viva para los “nois” de las próximas generaciones, tenía que tapar como fuera el desastre económico y de corrupción que asolaba a Catalunya, me refiero al inefable Artur Mas. El segundo extendió e inflamó una opinión toxica y manipulada, muy nacionalista por otra parte, por medio de la cual, la culpa siempre es del estado, de todo, sobre todo de los recortes que iba a tener que hacer, de que el bono de al Generalitat no se lo compraba ni el más tonto del mercado y de la imperiosa necesidad de tapar como fuera una corrupción que empezaba a sonar muy alta y desafinada en la platea del Palau de la Musica. Ante esta situación nuestro Moais, se limitó a hacer lo que sabe, la estatua, mientras que el histriónico Mas se lanzó a tumba a abierta a lo que el pensó le libraría de los males que sabía había cometido y le auparía como mesías celestial de “un sol poble”. Como es sabido, ha terminado embargado y en la papelera de la historia. Si esas dos figuras hubieran perdurado en el tiempo, el combate sin tocarse la cara se hubiera prorrogado años, pero aquí llego el tonto útil que designo el comité revolucionario y le hicieron President, y a partir de aquí llego el final sin final. Hasta hoy. Eso sí, nuestro Moais no tuvo más remedio de moverse lo imprescindible y lo justito. Y luego volvió a su quietud camaleónica a ver si amaina. Hasta la fecha. Sin aprender nada.
En un mundo cambiante, donde la tecnología, la ciencia, la economía, etc. desbordan a Moais lánguidos y mediocres que lo contemplan embobados, se necesitan líderes y equipos con una extensa preocupación por el mañana y con una visión ambiciosa del reto que el tiempo impone
Poco o nada que ver, con nuestro Moais y su Registro de la Propiedad.
Nuestro presidente del Gobierno, está en las antípodas de los dos ejemplos anteriores, sus virtudes ordinarias son por este orden, obedecer y estarse quitecito, virtudes que desprenden un nítido olor a naftalina y que siempre fueron muy apreciadas en determinados matrimonios tiempo atrás.
Su capacidad de visión de futuro y anticipación es inversamente proporcional a la de nuestros dos hombres de la lista Forbes, es más, en nuestro presidente se da una reiterativa necesidad de corregirse a sí mismo lo que da mucho juego al uso y disfrute de la hemeroteca. Que enorme facilidad tiene para decir hoy lo contrario de ayer y por supuesto lo opuesto a mañana, los últimos ejemplos más sonados y recién sacados de su enorme chistera podrían ser la subida de las pensiones, ayer era con carita de pena, penita, pena, imposible y de repente tenemos subidas en los presupuestos, ahora solo falta que se aprueben, claro. El otro muy afamado y popular, sin rubor alguno y después del éxito histórico del día 8 de marzo, amaneciendo el día 9 se nos pone en el ojal el lazo morado, después de su actitud previa y lo que largaron por sus boquitas las primeras damas “PPeras”.
En cuanto al “quietismo”, o ver pasar los acontecimientos y que estos se desarrollen o resulten de aquella manera, ha sido su verdadera seña de identidad, que lo más famélico de nuestro maltrecho periodismo político ha osado en llamarlo; inteligencia política o gestión de los tiempos. Es muy probable, y esta es mi apuesta más segura y sin duda la menos creativa desde hace tiempo es que hacerse el Moais, le lleve de nuevo al registro de la propiedad, del nunca debió salir.
Su quietud inquebrantable ha sido especialmente dolosa y dolorosa, en dos gravísimos problemas a los que no se les ve fin; la corrupción y el mal llamado conflicto catalán. Aunque quizás, la puntilla a su parsimoniosa vida política le venga de un master regalo de una universidad pública a quien el pensaba iba a airear y ventilar la maloliente primera planta de la calle Genova, me refiero a Cifuentes y sus cosas que ni ella se cree.
En la corrupción, nuestro inmóvil Moais, ha sido víctima de los apuntes malditos de su amigo Luis el que no aguantó y de las obras sin IVA en el chiringuito de Génova, que lo han maniatado completamente, aunque quizás sea demasiado atrevido el calificarlo así, y por supuesto, de su enorme y soporífero catálogo de excusas, negaciones y silencios ante cada nuevo movimiento o noticia de la UCO o la fiscalía de turno. El problema de nuestro presidente no es la falta de reflejos, ni de inteligencia política, inexistente a todas luces, si no una acreditada incredulidad que la corrupción es un problema con profundas raíces sociales que genera unas pérdidas que van mucho más allá de lo estrictamente robado o malversado. La corrupción es una turbina que degenera lo que toca y lo engulle sin fin, no existen límites ni por arriba ni por abajo, su manera de sobrevivir es ampliando su base, envolviendo más y más gente hasta convertirse en algo estructural, en elemento esencial del estado, como lamentablemente pasa en muchos países del mundo. Sospecho que M (punto) Rajoy, lo sabe, pero es rehén de su propio apunte.
El denominado conflicto catalana, nace por dos razones esenciales, la primera; el ataque de nacionalismo rancio que tiene la derecha española y muy concretamente nuestro Moais, entonces cumpliendo los mandados de FAES de ir en contra de un estatut de autonomía que había culminado todo su proceso constituyente y legal. La segunda es la aparición de un hombre que además de pensar que sería historia viva para los “nois” de las próximas generaciones, tenía que tapar como fuera el desastre económico y de corrupción que asolaba a Catalunya, me refiero al inefable Artur Mas. El segundo extendió e inflamó una opinión toxica y manipulada, muy nacionalista por otra parte, por medio de la cual, la culpa siempre es del estado, de todo, sobre todo de los recortes que iba a tener que hacer, de que el bono de al Generalitat no se lo compraba ni el más tonto del mercado y de la imperiosa necesidad de tapar como fuera una corrupción que empezaba a sonar muy alta y desafinada en la platea del Palau de la Musica. Ante esta situación nuestro Moais, se limitó a hacer lo que sabe, la estatua, mientras que el histriónico Mas se lanzó a tumba a abierta a lo que el pensó le libraría de los males que sabía había cometido y le auparía como mesías celestial de “un sol poble”. Como es sabido, ha terminado embargado y en la papelera de la historia. Si esas dos figuras hubieran perdurado en el tiempo, el combate sin tocarse la cara se hubiera prorrogado años, pero aquí llego el tonto útil que designo el comité revolucionario y le hicieron President, y a partir de aquí llego el final sin final. Hasta hoy. Eso sí, nuestro Moais no tuvo más remedio de moverse lo imprescindible y lo justito. Y luego volvió a su quietud camaleónica a ver si amaina. Hasta la fecha. Sin aprender nada.
En un mundo cambiante, donde la tecnología, la ciencia, la economía, etc. desbordan a Moais lánguidos y mediocres que lo contemplan embobados, se necesitan líderes y equipos con una extensa preocupación por el mañana y con una visión ambiciosa del reto que el tiempo impone
Poco o nada que ver, con nuestro Moais y su Registro de la Propiedad.
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