Pedro, con su porte y carita, podría pasar por un magnifico vendedor de la sección de tallas especiales, trajes de caballeros, del que fue el buque insignia de los grandes almacenes, convertido hoy en campo de batalla familiar.
Con todo lo que ha llovido en general y sobre él, moribundo, desahuciado por encuestas, tertulianos y listos en general, ni dios, ni el tato, ni yo, pensábamos que podríamos asistir a lo visto desde la presentación de la moción de censura de Pedro Sánchez.
Algunos pensábamos que había cometido una gran torpeza, y en realidad no solo se ha cargado al penoso M (punto) Rajoy, sino que ha dejado en fuera de juego a Albert Rivera y su ansiedad nacional y a Pablito que de nuevo y pese a sus enormes ganas, no va a estar en el gobierno y eso pese a su incondicional apoyo momentáneo.
Después de la jugada parlamentaria, ha venido la composición de un gobierno, sorprendente e ilusionante para una mayoría social, respondiendo con acierto a lo que las calles vivieron y demandaron el pasado día 8 de marzo.
Pedro Sánchez en realidad ha hecho lo único que podría hacer para intentar no ser aniquilado por siempre jamás entre las fauces del populismo de derecha e izquierda, intentar en muy corto espacio de tiempo demostrar que él y su partido pueden empezar a dar oxígeno y sentido a la vida política y económica que tanta falta hace.
Difícil, no, lo siguiente, así va a ser. Los noqueados adversarios una vez repuestos del bofetón van a intentar que haga el mayor de los ridículos y convoque elecciones, eso sería un maravilloso campo de votos a recolectar casi gratis. Solo la conexión con la sociedad en términos de razón moral y ética en lo que se pretenda e ilusión por el futuro podrán salvar su atrevimiento y de paso sacarnos a todos de esta miseria real que tan poco se nota y tan grande es.
A ver si es verdad.
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