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Gracias a Vox, José María






Santi Abascal, tiene pinta de capitán bravucón de un grupo corajudo de soldados de fortuna, dispuesto siempre a darse de ostias con quien les mire malamente de arriba abajo. Es un puro Geyperman, Casado va mas de teleñeco, de esos muñecos de feria que solo sonríen, son sosos hasta decir basta y Rivera va de un Macron pret a porter, dejémoslo ahi.

El votante de VOX, siempre ha habitado entre nosotros, a duras penas camuflado bajo las alas de la gaviota azul; el facha de toda la vida, el cazurro que se cala la boina a rosca y que le sobra un dedo de los dos necesarios para medir su frente y ese tipo con el que todos nos hemos topado, sí, el que monta el mitin para que se le oiga en la cola de la pescadería o en el metro abarrotado, quejándose de todo y poniendo verde hasta el perejil. 

José María Aznar, viendo la unión imposible y poco eficaz de su parroquia, ha logrado diversificar la oferta de la derecha y ha conseguido activar el voto más extremo entregándole a Abascal y su tropa una determinante palanca para ejercer presión a sus partidos hermanos, despertando de la dulce modorra en la que Rajoy tenia al partido y del desconcierto desconcertante de Rivera y su media naranja.

Al dueño del Guiñol, le ha salido bien, muy bien en Andalucía.

La maniobra aznariana no hubiera salido tan redonda, sin la nada sutil colaboración de una izquierda perdida en su laberinto y de un independentismo catalán que sigue en su nube, como el perro del hortelano que ni come ni deja comer y sin solucionar nada ni en casa ni fuera.

Las medidas más altisonantes de Vox, son las que se escuchan en bravatas de bar entrada la noche y con mucho vaso vacío de por medio, mucho ruido y topicazos, entre ellos; la migración que ha sido una excusa muy bien utilizada para enciscarlo todo. La derecha tiene poco que perder, ya se sabe, no los quieren, solo para recoger sus fresas, sus melones y limpiarles sus caquitas, a ser posible sin contrato. La izquierda, aquí y en Europa, va de buen samaritano, lleno de generosos sentimientos en la acogida y una torpe o nula gestión posterior. Porque no solo de acogida vive el emigrante, no se les puede abandonar a su suerte y sin más enviándoles a la cara B de la sociedad. Llenar las calles de manteros o de menores sarnosos buscándose la vida, no facilita la integración ni es rentable para el futuro de todos. Si realmente necesitamos refuerzos que nos lleguen de fuera, y parece que así es, o lo organizamos o acabaremos con más Voxes.

El preocupante nivel de  nuestros políticos había encendido hace tiempo la luz roja, ahora además es intermitente y tiene un chirriante pitido de alarma.

Se precisa audacia y moderación, a ver si así se enteran

Muy de tu rollo

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