Albert Rivera está siendo extremadamente generoso con las facultades de Ciencias Políticas de medio mundo al enriquecer día a día su irremediable carrera hacia su propia eutanasia política. Este mortal periplo, desde las más altas expectativas, recuérdese el primer programa en TV con Jordi Évole, hasta llegar, ridículos aparte, a ninguna parte, son y serán motivo de análisis y controversia en esas aulas y facultades donde se fabrican politólogos como si fueran necesarios.
Dejemos a Rivera con sus vértigos y su acreditado nerviosismo sistémico y echemos un vistazo a su masa de votantes que nadaron desde ambas orillas de la política española, buscando unas aguas con una nueva corriente, una temperatura diferente y un color mas intermedio.
Es probable, por pura casualidad estadística, conocer de cerca de algún votante de Ciudadanos. De ellos, algunos son antiguos votantes de la ribera derecha del gran rio, que desencantados sobre todo con la inmisericorde corrupción acumulada durante años de llevarse todo por delante y por detrás, se asieron al flotador naranja. Los otros nadaron desde la izquierda de las aguas al empaparse del manido discurso de la entrega al independentismo y la venta del territorio nacional como quien vende parcelas en el extrarradio.
Lo cierto es, que visto lo visto, el votante que se alejó del PP y de sus putrefactas aguas buscando el salvavidas naranja, ha comprobado como su voto ha vuelto a la gran casa de Génova, mas escorada que nunca y con un nuevo socio preferente salido de sus propias entrañas, que huele a naftalina e intransigencia. Las otras víctimas del bypass de Rivera, son aquellas almas cándidas que dejaron la ribera izquierda, buscando un centro liberal y reformistas y boquiabiertos ven alejarse su voto para consolidar al tremebundo Casado y sus socios de la derechita valiente y patriótica.
Yo conozco a uno, y mucho, y ahora no está para bromas.
Que conste.
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