Al margen de las dudas jurídicas que la sentencia ha suscitado en algunos renombrados juristas, sobre todo en la condena a los dos expresidentes de la Junta de Andalucía, Chaves y Griñan, o Manolo y Pepe, según el grado de afinidad o confianza, la realidad es que el escándalo de la infumable gestión y derroche cutre-chanchullero de cientos de millones de euros, es un monumental despropósito, chapucero y degradante.
Es corrupción en estado puro, no hay eximente que valga ni para el partido ni para ellos, aunque sea cierto, y eso parece claro, que ni unos ni otros no se han metido un euro al bolsillo.
La cosa es sencilla, a los políticos, una de las cosas que se les debe exigir, es velar por los dineros de todos y administrarlos con prudencia, legalidad e inteligencia. En este caso, se han incumplido las mas elementales normas de gestión y control, dejando el dinero en manos de la canalla que siempre merodea alrededor del poder, hasta que, por descuido, negligencia o simpleza intelectual alguien les deja meter mano en el monedero.
A partir de aquí se desatan todas las bajezas humanas, sean ricos, pobres o mileuristas, y nace con la chulería propia del que se cree sus propias mentiras esos personajes que son capaces de cometer los atropellos más delirantes a la razón y al corazón. Es igual la ideología, el lugar de nacimiento, la estatura, el sexo o el estado civil, se desatan las ansias y se arrolla hasta la propia sombra, si eso fuera rentable.
En cualquier país del mundo, y mucho más en los de origen latino, todo lo que no sea control y orden, es nocivo, peligroso y casi siempre termina mal. Parece mentira, después de haber ganado por goleada, como país, el premio a la mayor corrupción de occidente, con la ley del suelo, se vuelva a repetir, una y otra vez los mismos errores que básicamente consisten en la insuficiencia o inexistencia de los controles y procedimientos de detección de los piratas que catalejo en mano escrutan el horizonte en busca de rapiña.
Todo lo que no sea avanzar en la educación de respetar lo ajeno y lo público y en paralelo fortalecer al máximo el rigor en la revisión y seguimiento de los recursos públicos, es como querer mantener el agua entre nuestras manos sin perder gota a gota todo el preciado líquido.
No mas ere que ere, gracias.
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