Aunque no tenía uno ni prisa ni afán alguno en alcanzar la mítica cifra de los 60 años, cerca de finalizar el día de hoy, sesenta años y un día, aunque suene a condena, en realidad han servido para revivir y vivir momentos inolvidable magicos, únicos.
Le cuesta a uno mucho describir sus más profundos sentimientos y en modo alguno querría cometer el imperdonable pecado de caer en un montón de frases cursis, y pomposas, tan alejadas de mi carácter.
Aunque he echado de menos, como todos los días, a mis maravillosos seres ausentes que están siempre presentes y que han sido y serán los mejores e inalcanzables ejemplos que a uno la vida le regaló, sentir y estar con mi familia es algo que no hay moneda ni activo en el mundo que pueda ser comparable, ni de lejos a esa extraña sensación de sentirse único, excepcional e inalcanzable.
No hay regalo más sentido y emocionante que sentir, y que sea expresado en términos de palabras, gestos, caricias, etc. el amor y el cariño más cercano e íntimo de esas personas por las que la vida merece la pena todos los días y a todas horas, sean estas como sean y vengan cómo y por donde vengan, de colores tenues o de tonos vivos de esperanza y futuro. Disfrutar de ellos es la mayor compensación de haber logrado llegar hasta aquí, no hay ninguna otra que pueda superar el supremo sabor de esa deliciosa y cálida calma interior, de puertas abiertas y de brazos de par de en par. Es un regalo de vida impagable, para guardarlo y hacerlo saber, pues esto confirma sin más, que la felicidad no es ningún mito, existe, yo la he vivido y sentido en estas intensas horas, afortunadamente no en exclusiva, la he conocido en otras tantas miles y miles de ocasiones, días, años, donde tanto mis amados ausentes y los amados presentes han empeñado vida y sentimientos y me han regalado amor en lotes cuyo precio no es posible tasar ni medir.
Mis limitaciones, que son tantas, y mis carencias cuya suma abruma, no me permiten poder expresar cuanto disfruto de ellos y cuanto me apasiona pensar en ellos, vivirlos en cada respiración, en cada instante y sentir su cercano abrazo, aunque estén lejos, siento que cada segundo de mi vida se justifica y tiene sentido por ellos, son mi vida, toda mi vida. Deseo seguir manteniendo la esperanza que sepan seguir perdonándome mi escasa capacidad para hacerles todo lo felices que ellos se merecen y siento la enorme frustración de no saberles dar más y mejor.
Gracias, sois mi vida, toda mi vida.
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