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El planeta de los canes






Al ladito de mi casa hay un pequeño parque donde los niños con su alboroto y algarabía propia, juegan entre zonas de columpios y toboganes, césped en retirada y matorral descuidado. Da gusto escuchar sus voces chillonas y algún que otro comentario lleno de esa gracia ignorante y ocurrente cuando una pandilla planea tomar al asalto el castillo que no es otra cosa que una mata de enredadera vieja y un trozo de muro por arreglar.

A diario la ciudad bosteza al alba, cuando los primeros peatones/coches inician su misteriosa rutina y algunos pasean sus mascotas entre el sueño y en el mejor de los casos, con bolsa anticaca en mano. En esas horas el pequeño parque sestea y descansa de la agitada tarde infantil, y los perros toman el relevo en muchos casos en manadas armónicas a lo canino y trotan sin orden y concierto en la cuesta que sube al castillo que fue conquistado ayer, por el mini comando mas intrépido del barrio.

Desde mi desconcierto habitual, y con la misma verdad científica con la que se pronuncia Trump, Bolsonaro y sus voceros europeos en determinados temas como el cambio climático, etc. Tengo la extraña e incomoda sensación que cada vez la tropa canina es mayor y el comando de la chiquillería anda escaso de refuerzos y los reclutas recién llegados van a menos.

Es sabido que es mas difícil tener un hijo tanto por la vida misma como por esa falta de ganas y exceso de comodidad que parece haberse instalado mas allá de una moda para convertirse en ideología social, muy arraigada en quienes son personal con mas posibles de procrear, rehuyendo sin más el compromiso. Tener un perro da la sensación de ser mucho mas fácil, además hay casos en los que se ha convertido en una obra de caridad, hay mucho abandono y maltrato inaceptable. El perro ha sustituido al nieto en personas de edad avanzada o como asidero a una soledad insondable y como obligada tabla diaria de movilidad y ejercicio. Por otro lado, en el lado opuesto del tablero generacional, el peludo amigo del hombre, se ha instalado como tercero en discordia en hogares donde décadas antes ya habría un par de mocosos dando guerra o en ese “segundo hijo” de cuatro patas.

 Es verdad que la sensibilidad humana con el reino animal ha sufrido una evolución, no sé si Disney tiene mucho o poco que ver en esto, donde la convivencia del hombre con determinados animales se ha acercado a una relación con tintes mas cordiales y afectivos que a los de antaño, donde el animal tenia encomendado unos cometidos de guardia, protección o pastoreo, excepto el perrito de clase alta que era postureo ñoño de revista.

A lo mejor solo en mi pequeño parque y con mi mas que indiscutible escasa visión social y visual, pero parece que el perro de todo tamaño, raza y nombre está ganando terreno y ocupando espacios nuevos, el interrogante que se abre después, de ser verosímil mi teoría, es como y quien tomara al asalto la fortaleza en mi pequeño parque. 

Se verá.

Muy de tu rollo

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