El coronavirus quizás sea la culminación del proceso de globalización que el genero humano inició a raíz de la caída del telón de acero y del paso hacia ese comunismo capitalista tan especial del gigante chino. Pero ante tanta buenaventura por ese cambio en la relación comercial y política mundial, la enfermedad nos ha hecho enfrentarnos a una inesperada y dura realidad que ha puesto de manifiesto la autentica verdad y esencia del ser humano. por algo que por aquí repetimos desde antiguo mecánicamente, los no premiados cada 22 de diciembre, lo más y único importante es la salud, la vida.
Como todo gran hito o acontecimiento histórico el mundo va agitarse hasta descomponer el actual mapa mental y geopolítico, al tan sufrido planeta azul no lo va a reconocer ni la madre que lo parió. Se desconoce donde nos conduce todo esto y que habrá al otro lado de esta reseca y dura loma, que tenemos ante nosotros.
Una pandemia tan dura y desalmada ha socializado el temor y el dolor, nos ha demostrado con toda su contundencia, por si no hubiera quedado claro, que a las grandes epidemias les trae al pairo, donde vivas, tu sexo, procedencia, patrimonio, color de la piel o ideología política.
Además del padecimiento y de la carrera contrarreloj para salvar cuantas mas vidas y esperanzas sea posible, el virus ha mandado al rincón de pensar a tanta cosas importantísimas, vitales que no lo eran, el famoso orden prioridades se ha vuelto completamente loco y estupidez y superficialidad que ya nos estaban sobrando y que nos estrangulaban las energías, envolviendo a los legítimos sueños y esperanzas en un papel de regalo plagado de acusaciones, gestos inútiles y ultimátum. Donde ha quedado, por ejemplo; ¿el tan temido y temible control del déficit?, ¿la tensión territorial, comercial y política?. Y donde y como han quedado ante si mismos y ante la historia, esos caudillos políticos de probada mezquindad que ningunearon tozudamente hasta hace días u horas el drama como si su palabra fuera una prolongación de la verdad y el antídoto o bálsamo que todo lo cura y espanta.
Mas pegados a la casa que habitamos cada uno de nosotros, no estamos para bobadas, por eso ni las delirantes palabras de una eurodiputada, o el dichoso transito de la vicepresidenta venezolana por Barajas, sin olvidarnos las cartas de la señorita Pepi’s de Torra, han merecido la retahíla habitual de agravios y daños morales. Pasamos.
Se impone el pragmatismo, de una realidad que la inmensa mayoría solo quiere empujar hasta despeñarla para su final. Tal es así, que, si al mando de un interminable y mas que suficiente convoy de material sanitario aparecieron como padrinos y pagado en comandita por Rato, Jordi Pujol, Zaplana y Juan Carlos de Borbón, entre otros, yo les pegaría un aplauso hasta enrojecer la palma de las manos.
No hay comentarios
Publicar un comentario