Asoma la cabeza otra pálida hoja de mi calendario, y sí, otro 18 de mayo. Al arrancarla renacen allá donde anidan, una catarata de sensaciones, letras e imágenes de años que no parece hayan pasado y cuya extraña duración es todo un misterio, con la añadida y cálida sensación, que todos ellos se han agolpado en estos días, como un gran y maravilloso collage que apuesta, sin conseguirlo, en protagonizar una fusión y un apretado resumen de nuestras vidas. Cuando la vida ha sido tan vivida, sospecho por propio interés, que diferente y ajena al usual tramite costumbrista, llena, plena con todos sus matices y versatilidades, no hay colocación posible en ningún álbum virtual o capacidad en una nube etérea e infinita. No parece apropiado agolpar sin orden y escala alguna, tantas instantáneas cuyo significado adquieren un valor superior e imborrable.
Es agradable sentir que el pasado fluye arrastrando un caudal de ternura, emociones, donde todo perdura, lo bueno y lo menos bueno, lo simpático y la recurrente anécdota para contar una y mil veces, como tanto te gusta oír de tu hermana.
El aporte sin limite de tu presencia en mi vida, no tiene cotización posible ni precio, el valor de ver el mundo en otra dimensión y percibir las sensaciones desde una nítida perspectiva propia, excede de cualquier calculo. Atrás fueron quedando aquellos principios y perjuicios que parecían arrancar desde la profundidad de un código personal férreo e inamovible y que el paso del tiempo fue cuestionando y evaluando hasta adquirir una dimensión aparentemente mas acorde con lo real.
Pero mi recuerdo me lleva aquella calurosa madrugada de nervios y esperanza a flor de piel. A una espera atemorizada, donde mi entrecortado aliento trataba de atenuar las contracciones, que anunciaban tu llegada, en las entrañas de esa mujer única, que te parió con la misma entrega y generosidad con la que ha vivido a favor de todos.
Nada ni nadie, puede velar la imagen imborrable de la primera vez que te soñé, porque fue un sueño que por iniciativa del destino se convirtió en una imagen, morena y preciosa, que pude besar con aquel sentimiento distinto a cualquier otro e inexplicable para este precário y árido corazón, que aun hoy, sigue desbordado por aquellos mágicos segundos de ese primer beso y el tacto de la felicidad en mis labios.
Así que pasen 100 años, cuando las horas no cuenten, seguiré viviendo aquel sueño y todos los que después vinieron, y he soñado contigo y gracias a ti.
Te quiero.
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