7.a.m, temperatura perfecta, buenas sensaciones, la contaminación bajo mínimos, como la bolsa, la cuestecita de mi casa, que en tantos finales de entrenos me pareció el puerto pajares, no ha catado barrendero, escoba y agua desde antes de todo esto. Parece y es, una tupida alfombra de hojas, polen y cagadas de palomas, cotorras y resto de especies malditas, aunque se echan de menos las bolsas rotas de gusanitos, las colillas y alguna caja del Burri King de la esquina.
Bajo motivado y encantado, que maravillosos y edificantes, gloriosos diría yo, esos largos dos primeros minutos, inolvidables. Esas 176 zancadas han sido la recompensa perfecta a los 52 días, 4 horas, 23 minutos y 18 segundos que las zapatillas y yo hemos vagueado con saña. La espera había merecido la pena, iba a ser un gran día, ya se me hacia corto el objetivo de 40 minutos de trote simpático previsto.
Terminada la cuesta, empieza el llano, que siempre me pareció nivelado, planito, casi aburrido y que hoy ha sufrido una metamorfosis mutante y traicionera a lo largo de los 18 minutos y 14 segundos, siguientes, convirtiéndose en un perfil indómito y macabro que ha resultado angustioso y sombrío para una respiración casi imposible, tan sonora y coral, con agudos desproporcionados y desconocidos hasta hoy.
Mientras a mi alrededor, en los 6 o 7 segundos que en los que con gran esfuerzo, he podido levantar la vista, o lo que queda de ella. del suelo, andantes, runners y ciclistas compartían mi desolación con resultados diversos, algunos daban verdadero asco por su grácil y rápidas zancadas, ese correr de gacela que tanto atormenta al pobre, sin que casi se les oyera ni a ellos ni a sus zapatillas y otros se lo tomaban con menos estilo y frenesí estético, pero solo yo y solamente yo, se arrastraba en tan lamentable estado y condición.
Finalizado el bochorno, no sabia si hacer estiramientos o llamar a una ambulancia o dos, al final mi cuerpo ha decidido pasar de mi y he empezado a escuchar las platicas y latidos que entre los diversos músculos, tendones y órganos se cruzaban, todas dolorosas y quejosas en un generalizado intento de hundirme mas aun.
Para ser el primer día, no ha podido ser peor.
Habrá un segundo y no, no lo contaré.
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