Andreu Buenafuente con el siglo recién estrenado, creó, para sus novedosos programas televisivos, un personaje fantástico y sorprendente, que interrumpía e increpaba con descaro y afán de protagonismo al presentador iniciando un toma y y daca de discusión vertiginosa, rebuscando argumentos tan satíricos como imaginativos, en una confrontación teatralizada, donde la “molesta” interrupción provocaba un giro inesperado para el televidente.
Así nació El Follonero, este personaje tan provocador como divertido lo interpretaba magistralmente un jovencísimo Jordi Évole.
Al evidente acierto televisivo, hay que añadirle la sabia elección del nombre del personaje, cabe pensar que no habría sido tal, si en su lugar se nos hubiera presentado como el “metepatas” , el “tocapelotas” o “la mosca cojonera”, el aire lúdico y simpático del nombre ayudó sin duda a su éxito.
La política española y en sus entornos periodísticos, hay una proliferación masiva de personajes que podrían caber perfectamente en estas definiciones que Buenafuente desecho sabiamente y cuyas burdas aportaciones son un aliento al desapego, hastió y rechazo a la política.
Al inicio de esta horrible pandemia, parecía que el papel de follonero, en malo, le iba como anillo al dedo al insoportable president Torra. Las apuestas dieron un vuelco espectacular a medida que la presidenta de la C.A de Madrid, empezó a desarrollar sus confusas teorías y contradictorios discursos, contando, eso sí, con el apoyo de los jaleadores profesionales que, desde periódicos y televisiones, reinventaron su bajo perfil y lanzaron una campaña con el elocuente dibujo de una heroína que resistía en las barricadas patrias el feroz ataque de los “chavistas” de la Moncloa.
El personaje, sin oposición política, aun hoy desparecida, ha mentido como la que más, prometiendo medicalizar residencias de ancianos, reforzar la asistencia primaria o gastárselo todo en un hospital sin médicos, ni quirófanos. Aunque lo peor ha sido, gracias a sus no medidas, la prolongación de la curva en la segunda ola de manera evidente, con el coste en vidas y sufrimiento.
Y no va a apara aquí, ni mucho menos, esta desbocada, se cree el faro que ilumina la verdad.
Cuidadito.
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