El precio de la dignidad
Para Carlos, por toda su razón
Nunca fue fácil mantener la dignidad y menos aún reivindicarse como individuo ante las antiguos usos y usanzas tribales que inasequibles mantienen un vigor renovado e intransmutable.
La mentira y la sumisión ofrecen, es el mejor atractivo de su oferta, un refugio seguro para quienes desoyen a su propia voz y esto, forma parte del ADN colectivo, imbricado en el ámbito laboral o personal, como un yugo resignado a sobrellevar.
Juan Lobato, además de andar muy listo en ese cruce perverso de mensajes, esa prevención que mostró parece adivinar una larga experiencia en episodios poco deseables, nos ha recordado en medio del sopor que padecemos tan lacerante como despreciable y se ha convertido en un extraño y atípico ejemplo en un corralito donde se aprecia por encima de todo, la obediencia de ojos tapados y palabras memorizadas, donde los gestos sumisos son una obviedad visible en cualquier acto o en un liviano paseo promocional de nuestros políticos.
En el cruce de mensajes, subyace algo que desmonta a las claras conceptos tan democráticos como las primarias dentro de las organizaciones políticas. ¿para qué sirven unas primarias, si el elegido por la base esta al pairo y parece obligado a obedecer a cualquier “fontaneros” que chapucea en baños y desagües de instancias superiores?. ¿es esto democrático?. No lo parece.
Quizás lo hecho por el político madrileño no tenga la suficiente luminosidad y oxigeno para remover las brumas y el fétido olor a cerrado, pero no deja de ser un alivio ante tanto escozor.
Continuará.
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