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INTENCIONES HUECAS



 


INTENCIONES HUECAS


La naturaleza no perdona a nada ni a nadie, ni a si misma, en ocasiones llega a recurrir a la devastación como primer paso para su propia regeneración y castiga con toda la furia de un animal herido y acorralado, a quienes mancillamos su estabilidad y equilibrio de una manera inconsciente y reiterativa.

Los duros golpes y los estragos que asolan la corteza terrestre, se producen a diario, y son notica a veces, aunque solo le prestemos atención en función de su proximidad y del frio resultado de sus consecuencias. El mundo gira entre tornados históricos, fallas que se retuercen comprimidas, sequias, temperaturas desconocidas y torrentes de agua a los que nadie puede llamar lluvia.


La única respuesta posible es hacer caso al dictamen de la ciencia, y no seguir empeñados en mirar para otro lado en contra de la razón. Supeditar la supervivencia del planeta a cualquier otro objetivo es la gran trampa, un camino sin salida al final.

Pintar una alerta de color rojo, y que esto solo sea un aviso o una recomendación, es la manera más hipócrita de descargar en todos y cada uno de nosotros la responsabilidad de gestionar con prudencia y sentido del riesgo nuestro entorno y el de las personas que tenemos a nuestro alrededor.  En la tragedia que estamos viviendo, con verdadero espanto los que no estamos allí, el sufrimiento en las zonas afectadas tiene demasiados y dolorosos calificativos, hemos comprobado, ¡como si hiciera falta!, que la solución de los colores y avisos es una falacia tan hueca como la palabra protocolo, que parece que por si sola es la solución mágica a todo. No, no solo no funciona sino que ha supuesto, en este y en otros casos anteriores, la tumba para muchas personas que han dejado un rastro de dolor a los suyos por menospreciar el riesgo (salvar un puñetero vehículo o por circular o mantener una actividad más allá de lo que parece dictaba la razón).  Cualquiera de nosotros puede tropezarse con  estos y otros errores, no estamos preparados para enfrentarnos a algo tan brutal, los nervios, el momento  y mil razones más parecen desaconsejar delegar en las personas de la calle la valoración y decisión ante riesgos ligados a  una situación excepcional.


El líder de la oposición se ha empeñado, sin venir a cuento, en destapar el tarro de la estupidez y la inoportunidad. Decir que el aviso a la población, aunque reitero es disparar salvas al aire, era cosa de fulano o mengano, es reconocer implícitamente que no se hizo bien, lo cual parece evidente y no creo que este señor lo expresara en términos de reflexión personal, sino de reproche para salvar a un tercero que parado, detrás de él, miraba al infinito como diciendo "tierra tragamé". El enviar o pedir, o ambas cosas a la vez, que para desembarrar toda una provincia y no dejar tirados en la más absoluta indefensión a cientos de miles de personas que lo han perdido todo, hasta lo más preciado, la vida de sus seres queridos, y para ganarle al caos de los espacios ocupados por toneladas de lodo y barricadas en forma de amasijos de coches, con unos cientos de valeroso soldados,  es sencillamente incomprensible e inaceptable. Prueba evidente es que hoy, tres días después el contingente militar se va a multiplicar, aunque seria deseable que a la soldadesca ademas de cepillos y palas, pueda disponer de toda la maquinaria necesaria, inexistente hasta ahora, con la excepción de unos valeroso vecinos y unos cuantos  agricultores de la zona.


Las palabras y las intenciones huecas, no evitan, pero si agravan, lo que no puede evitar nadie, hay cifras de litros de agua caídos por metro cuadrado en un corto espacio de tiempo, que no hay terreno que lo soporte, es un hecho, como también lo es,  que el agua tiene una conducta muy previsible, a mayor volumen y velocidad el peligro es exponencial. El aviso de prudencia o recomendación, póngale el color que les dé la gana, se debe convertir en un mandato imperativo de obligado cumplimiento que debe activarse  cuando los expertos así lo aconsejen, pero por favor,  evitemos por todos los dioses, que no tengan ni la penúltima palabra si quiera  quienes desconocemos su capacidad para asumir una responsabilidad, cuando su decisión pueda tener un alto precio político para sí y su inmediato entorno. El valor de la vida y los bienes comunes y particulares de miles de personas no puede dejarse en manos de una persona, cuyo único valor apreciable es el puesto que ocupa. 

Todo esto precisa de un paso previo que no puede ser otro, que dotar de medios suficientes y con capacidad de respuesta real por ley, adema de realizar un chequeo critico de las infraestructuras necesarias para intentar limitar en lo posible los efectos con las que la furia desatada de una naturaleza herida que está dispuesta a castigarnos.


Ahora la prioridad no puede ser otra que ayudar y acompañar. Pero el olvido llega pronto y eso no evitará repetir los errores que  este animal herido, llamado planeta, no nos va a perdonar. 


Muy de tu rollo

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