Quizás lo más relevante en la victoria de Trump, no es el hecho que el complejo mosaico que compone lo que se denomina, pueblo norteamericano, haya consentido en cederle el uso y disfrute del ansiado despacho oval de la Casa Blanca a un delincuente convicto atosigado por un horizonte cargado de pleitos pendientes, sino que el voto de millones de personas de las hasta ahora conocidas como clases medias y trabajadores de todo tipo de orígenes, raza, religión y etnias hayan ido a parar a las manos de un confeso enemigo de la diversidad y de las de su nuevo socio, el tipo más rico del mundo Elon Musk, todo un prodigio de sensibilidad social y económica.
Todo parece indicar, que con este resultado, al menos una gran parte del mundo del trabajo ha depositado su confianza, en la defensa de sus interés laborales y económicos en este par de tipos, que a priori, actúan, piensan y viven a varias galaxias de distancia de la clásica defensa de los derechos laborales de los trabajadores y de las clases más desfavorecidas.
Que sean otros los que intenten desentrañar este enigmático jeroglífico social. Pero algo muy grave debe estar pasando para dejar en las fauces de los multimillonarios más reaccionarios los derechos y vidas de la clase trabajadora.
(Desinformación+ manipulación +perdida neuronal colectiva + Kamala y su sosería).
Es solo una idea.
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