Querer * (Movistar)
Nagore Aramburu, sorprende a los que no la conocíamos, con un espléndido despliegue creativo natural y autentico. Consigue trasladar con sus gestos tan medidos, recatados y a veces con una temerosa inexpresividad, el drama del maltrato machista, en su versión más aburguesada. La vejación más abyecta que se puede vivir en una relación de pareja, además de la brutalidad de la violencia física en todos sus términos, queda encarnada en un personaje tan limitado en la elocuencia gestual como inmensa en su profundidad dramática, tan contundentemente real que asusta, creando al espectador una proximidad ficticia.
La serie Querer*, además de desplegar en sus cuatro capítulos una realización más que satisfactoria y de disponer de la base de un guion magnifico, muy ajustado, sin exageraciones en una temática tan compleja y delicada que da motivos de manera justificada, pero en Querer, se recurre inteligentemente a tonos poco efectistas y forzados. La serie consigue algo que en este torbellino de estrenos y en la sobreoferta de seriales no es nada habitual y es que el elenco de actores, todos, tanto principales como secundarios vuela y brilla a una gran altura. Los actores forman un núcleo compacto que refuerza la sensación de realidad de una serie que es toda una llamada de atención para esas otras mujeres que invisibilizan su drama diario, tragándose la amargura y una vida de miseria en cada suspiro.
La serie nos muestra que la condición machista tanto en hombres como en mujeres no siempre queda circunscrita a un determinado sector de la población, lamentablemente es un mal más universal y transversal de lo que muchos piensan. En este caso, los orígenes y el inferior escalón social de la protagonista juega un papel decisivo y es una temible palanca en manos de su agresor que además cuenta y sabe, que ella, su víctima es el parapeto y red protectora de sus hijos. La serie fotografía con una equilibrada pulcritud el núcleo y entorno de una familia acomodada. dependiente de los ingresos del hombre, y a la que no le debería faltar de nada y le sobra un marido y padre, déspota, machista y de una crueldad sibilina, de a poquitos y muchas veces,
Esta serie me ha traído desde los confines de mi memoria el lejano recuerdo de un viejo maestro de escuela, lucido y brillante con sus alumnos y severo y me atrevería a decir, cruel con su familia, a la que asfixiaba con un dominio integro y déspota. Hacia escasear la comida hasta mínimos que rozaban el hambre física y repartía su poder en todo el ámbito familiar con su implacable mano. Su esposa, vivió sumida en una tristeza que llevaba grabada en su piel y en sus gestos. Cada día de su vida era una página más de un desconsuelo que terminó por llevarla hasta la fría morada final.
Esta serie me ha recordado a aquella mujer, a la que mi madre consoló tantas y tantas veces. Para ella, el testimonio de mis ojos asombrados de niño, y el necesario silencio que ella nos rogaba entre susurros llorosos y unas manos temblorosas que se aferraban a las de mi madre.
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